Nicaragua, el segundo país más pobre de Latinoamérica, aprueba una Ley en beneficio de sus ciudadanos que debería ser ejemplo de todos los gobiernos y en especial, los occidentales y los reunidos en el llamado G-20, que sólo buscan la forma de explotar a la sociedad con unas multinacionales al servicio del poder económico.
La Ley reconoce la existencia de productos alternativos naturales y terapias complementarias, frente a la medicina convencional. Debido al aumento en los últimos años de la popularidad y alternativas de la medicina natural en ese país, las terapias no tradicionales han cobrado un creciente reconocimiento por parte sobre todo de médicos que trabajan con estas alternativas no agresivas al cuerpo humano y sí, muy beneficiosas.
Se reconoce las terapias biológicas, sustancias que se encuentran en la naturaleza, como hierbas, alimentos y vitaminas, productos de herboristería y uso de terapias denominadas naturales aunque aún no probadas desde el punto de vista científico.
La propia Ley, en su fundamento para la elaboración, dice textualmente: “Las terapias complementarias, son aceptadas en muchos países pobres y ricos. En Nicaragua se hace necesario ya que la población demanda su uso por ser confiable, eficaz y accesible, por ser un producto barato. Se hace necesario que estas prácticas sean reguladas por el Ministerio de Salud (MINSA)”.
En su artículo 1 dentro de las disposiciones generales, afirma que la presente Ley tiene por objeto institucionalizar, promover, resguardar y regular el ejercicio colectivo o individual en todo el país, de la medicina natural y las terapias complementarias, incluyendo lo relativo a la producción, distribución y comercialización de los productos naturales derivados de la medicina natural.